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La FIG reúne a la familia gimnástica para trazar los límites éticos

Madrid. (EFE). ¿Cómo llevar a un gimnasta el límite “sin romperle ni el cuerpo ni el alma”? ¿Cómo prestar atención a lo que sienten los deportistas? ¿Qué se les puede y no se les puede decir? ¿Se deben restringir los deberes y obligaciones del entrenador al ámbito del gimnasio?

124 años después de que la gimnasia fuese uno de los deportes incluidos en los primeros Juegos Olímpicos, un siglo después de la creación de la federación internacional, cuatro años después de los primeros testimonios contra el médico estadounidense Larry Nassar -que pasará el resto de su vida en la cárcel por abusar de tres centenares de deportistas-, la comunidad gimnástica ha sido convocada esta semana a un encuentro a escala mundial para reflexionar sobre esas y otras preguntas elementales.

Las 148 federaciones nacionales existentes han podido enviar a la internacional (FIG) durante el último mes sus propuestas para alimentar un debate cuya apertura se ha precipitado por el goteo de denuncias de gimnastas en activo y retirados sobre los abusos físicos y mentales que han padecido en su camino hacia la élite.

Llegados desde Estados Unidos, Gran Bretaña u Holanda, los últimos testimonios son casi calcados y hablan de vejaciones, sesiones inhumanas de entrenamiento incluso con lesiones graves, ignorancia de las recomendaciones médicas, aislamiento de la familia, dietas insanas… Y, ante las denuncias, el mirar para otro lado de las autoridades y la recomendación de guardar silencio a cambio de seguir formando parte del equipo.

La federación actualmente en el ojo del huracán es la británica, tras las denuncias de la ya retirada Amy Tinkler, medallista olímpica en Río 2016, que ha manifestado que renunciaría con gusto a su medalla si con ello despareciera todo el sufrimiento que ha padecido por culpa de la gimnasia. Entre otras consecuencias, menciona desórdenes alimentarios, inestabilidad emocional y la retirada prematura, a los 19 años, de una carrera prometedora.

Las hermanas Beckie y Ellie Downie, medallistas mundiales, también habían denunciado en julio malos tratos y acoso relacionado con su peso. “Nos han causado cicatrices profundas que serán muy difíciles de curar”, afirmaron.

La jurista Anne Whyte recibió en agosto del gobierno británico el encargo de investigar los supuestos abusos denunciados por gimnastas y por sus padres y abrió un periodo de admisión de pruebas en el que recibió 350 testimonios que ahora investiga.

Ante esta abrumadora carga de pruebas, la FIG ha abierto una jornada de debate en línea, en doble sesión este lunes y martes, en distinta franja horaria para dar cobertura a los cinco continentes, con cuatro apartados encima de la mesa: ‘Las relaciones interpersonales en el gimnasio’, ‘Que la gimnasia siga siendo algo divertido’, ‘El papel y las responsabilidades del entrenador’ y ‘La protección de los gimnastas y entrenadores frente a la presión exterior’.

Junto a las cuestiones concretas ya mencionadas, otros puntos de discusión propuestos por la FIG son la manera de fomentar la mutua confianza dentro de los equipos, los beneficios de contar con un entrenador mental o un psicólogo, cómo ayudar a los gimnastas a alcanzar sus metas sin presionarles en exceso, el rol de los médicos y de los padres, la separación entre la preparación y la gestión de los equipos y la conveniencia de contar con un mediador.

Según la FIG, el propósito del encuentro es avanzar “hacia una cultura del respeto en un entorno de entrenamientos seguros”.

El presidente del organismo, el japones Morinari Watanabe, ha subrayado que el objetivo no es “exhumar los crímenes del pasado, porque hay otros mecanismo para hacerlo, sino promover las buenas prácticas que ya existen y compartir las experiencias que pueden replicarse en otras partes del mundo”.

Pese a que Watanabe insistió en que el debate estaba “abierto a todos”, la inscripción en la reunión telemática se ha hecho a través de las federaciones nacionales, un factor que puede haber introducido un sesgo en la participación: la mayor parte de los gimnastas que han denunciado abusos también se han referido a la complicidad, por acción u omisión, de sus federaciones.

La FIG no ha desvelado aún detalles sobre el número de participantes o sobre las propuestas recibidas por los organizadores.

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